por Miguel Littin Cucumides (Chile)
Estuve en la marcha y vi todo. Vi a muchas y muchachos vestidos de colores con banderas en las manos, de cabellos multicolores, aretes descomunales, pelos erizados, los vi de rostros iluminados, marchando alegremente. Vi gentes de todas las edades mujeres y hombres ya maduros apoyando a sus hijos, vi los rostros serenos de hombres mayores mirando con melancolía la explosión de juventud que saltaban levantaban las manos, las manos limpias sin piedras, las manos solidarias, manos gentes, manos limpias de jóvenes adolescentes.
Hablaron los dirigentes opacos pero atinados, tal vez es la expresión de los tiempos. La Plaza Almagro era una fiesta, era otro Santiago del Nuevo Extremo, fiestas de manos alzadas, de banderas diversas, de parejas que se besaban en el anticipo del amor; LA VIDA EN CONSECUENCIA, y de pronto comienza a aparecer una fría nube blanca, un acido olor, un olor picante que te estraga los ojos, las narices, nubla la visión, y luego espectrales los carros policiales, los que lanzaban gases.-Y que no se moleste nadie.- GASES.- y agua maloliente.Se cierran las cuatro esquinas dentro del parque quedan aprisionados unos mil estudiantes. Entre ellos unos treinta jóvenes a juzgar por su atlética estructuras Vestidos de oscuros , con tatuajes en los brazos y en las robustas espaldas. Estos diestramente lanzan peñasco a los carros policiales uno de ellos corre ágilmente desprendiéndose del grupo de estudiantes, que corren despavoridos de un lugar a otro de la Plaza .-y lanza con audacia y precisión de guerrero profesional una bomba Molotov que impacta en el carro policial, que en segundos arde en llamas. Los estudiantes atónitos corren a refugiarse a cualquier rincón o puerta que se abra, yo entro en el sitio en que se encuentra un edificio en demolición. Entre los barrotes de la puerta de hierro puedo ver la calle donde se desarrolla la Batalla de la Plaza Almagro. Durante treinta minutos se produce incesante la misma rutina, la calle poblada de estudiantes que corren tratando de salir de la encerrona, los carros policiales atacando, los atletas vestidos de negro y tatuados se deslizan entre los estudiantes y les lanzan piedras y palos con mas o menos fortuna, los carros van y vienen parece un juego que se reitera, no hay palabras.
Las nubes de gases cubren la Plaza y las calles adyacentes. Un mujer me ofrece su pañuelo aspire con cuidado me dice, aspiro es amoníaco, respiro mejor. El sitio en que estamos es desalojado por los carabineros, vamos hacia el escenario, donde hacía poco habían hablado los lúcidos y sólidos dirigentes. Nos metemos bajo el escenario y desde allí soy testigo de la batalla. Mientras tanto la caballería de los bravos carabineros de Chile aguarda la orden para intervenir, los carros se reabastecen de agua sucias y de gases.
Por la noche veré los noticiarios y a los periodistas utilizar las imágenes de la guerra falsa para desprestigiar el movimiento de los estudiantes. Pero cómo es posible, me pregunto, que el país no vea la verdad de lo que ocurre. Los bravos atletas del desorden son fuerzas especiales de los mismos carabineros, quienes se camuflan entre los estudiantes. Si eso lo sabemos ¿Como es posible que no podamos denunciar la infamia y detenerla de una vez? Y los parlamentarios ¿por qué no acusan constitucionalmente -aunque sea esta una constitución infame- al ministro del interior y a quién sea responsable? Insisto quieren destruir el movimiento estudiantil y nosotros, el conjunto de la sociedad chilena , enfiestada, ebria aún después del carnaval dieciochero, no hace nada, hasta que en cualquier momento nos sentemos a llorar un estudiante muerto, atrapado en el circulo de violencia que ha orquestado el gobierno y las fuerzas policiales.
Si decir patria es decir educación, si decir patria es decir justicia, si decir patria es decir la verdad ha llegado el momento Chilenos de ponerse de pie y no entregar toda la responsabilidad de limpiar el cielo de gases a nuestros hijos y nietos. El único Chile que yo amo y celebro es el de la patria de la justicia, es el Chile por el cual están luchando esa multitud de jóvenes con aretes en la nariz, con el rostro pintado, con la sonrisa en los labios, aquellos que marchan como palomas, con las alas extendidas. Es urgente protegerlos de las ratas. No nos lamentemos después, que una vez más, en este país, la reacción destruya lo mejor de nosotros mismos.
- Fuente: Miguel Littin
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