Desde hace muchos años, desde fines de los 80`que no veíamos en Chile tanta prepotencia, descalificaciones y síntomas de desesperación propios de los últimos estertores de la dictadura.
Carlos Larraín |
Los miembros del gobierno: ministros, parlamentarios oficialistas han alzado la voz, no para dar solución a los requerimientos del movimiento estudiantil, al que se le han sumado organismos sociales, trabajadores, padres y sectores de todos los estratos de la sociedad. Los hemos visto gesticulando, alzando los brazos, amenazando a diestra y siniestra. A modo de ejemplo tenemos las declaraciones del senador designado, curiosa figura autóctona por el mérito de la dedocracia, Carlos Larraín, presidente, además, de Renovación Nacional, partido al cual pertenece Piñera, quien manifestó: "amigos, hay mucho que hacer, seamos hombrecitos o mujerazas, como quieran ustedes ponerlo; ¡no nos va a doblar la mano una manga de inútiles subversivos!, que están instalados muchos de ellos desgraciadamente en un parlamento, que no supimos ganar". Este miembro de los salones de la canalla dorada, que se incorporó a la cámara alta por secretaría, donde el ordeno y mando es su máxima es de los que hace poco llamaba a la oposición a dialogar. Su líder, el presidente, que invita a “unirse por una causa tan noble como es la tranquilidad de toda la nación”, no hace más que atizar el fuego. No es capaz de visualizar que el movimiento social ya no es sólo estudiantil, ha despertado la sociedad toda, se ha transformado en un solo grito transversal.
Los chilenos, por primera vez, desde el término de la dictadura y los años que duró la “democracia” de la concertación se atreven a salir a la calle a exigir sus derechos, a una educación gratuita, laica, de calidad, salarios justos, la protección de la biodiversidad. Y ¿qué hemos recibido a cambio?... represión de la más brutal: la policía militarizada, formada bajo los parámetros de la doctrina de la seguridad nacional y del enemigo interno ha reprimido a hombres, mujeres, niños, niñas, ancianos.
Lo que vimos el jueves 4 de agosto nos ha catapultado a todos los medios de información internacionales mostrando que al gobierno al verse bajo presión, se le ha caído la máscara y el ropaje de demócrata y ha caído en la desesperación de la derrota moral y electoral demostrándole al mundo entero lo bien que aprendieron la lección de Pinochet pretendiendo controlar a la civilidad con la fuerza de las armas.
La derecha chilena ha fracasado en su intento por gobernar por medio de la demagogia, su credibilidad es nula, lo dicen las encuestas, y ahora lo gritan miles en las calles. Ya nadie se traga el cuento sobre nuevas formas de gobernar, excelencias y un cambio que en realidad es un retroceso político.
Las puesta en escena para cada acto público en el que participa “su excelencia”, con cara sonriente, flanqueado por “partidarios”, con telón de fondo de bosques de banderas y letreros de apoyo, caen en la ramplonería, y aumenta cada vez más su protección por guardias de civil y uniformados que apalean y detienen a quien se atreva a increparlo.
Dentro de todo este maremágnum, toman medidas tales como enrocar parlamentarios por ministerios pasándose la opinión de los electores por buena parte, encasillan a los movimientos sociales como violentistas, delincuentes, izquierdistas, argumentando que las movilizaciones solo generan saqueos, barricadas, pedradas y que el costo para el estado es millonario pero nada dicen sobre el costo de los implementos utilizados por carabineros en reprimir y “contener profesionalmente” a los manifestantes.
Sus bravatas no hacen más que enrarecer aún más el ambiente, ¿no será que detrás de sus “finas” declaraciones lleva implícito el anhelo de patear la mesa y enviar al ejército a las calles para “controlar” a la subversión?. Hace algún tiempo me referí al gobierno comparándolo con la fábula de la rana y el escorpión…temo que tenía razón, ya han comenzado a utilizar su aguijón en contra de todos quienes podemos alzar la voz y desentonar en su concierto neoliberal, alterando la calma de su incapacidad de gobernar para el pueblo, pero si su tremenda capacidad de hacerlo para quienes tienen el capital.
Recordando a ese hidalgo caballero Don Quijote de la Mancha, solo puedo decir: “Dejad Que Los Perros Ladren Sancho, Señal De Que Vamos Avanzando”
Andrea Dufournel
Temuco.
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