domingo, 13 de marzo de 2011

El “show del tsunami” o la forma cómo un terremoto ajeno se transformó en salvavidas para el gobierno


Por Luis Casanova R.
Ante tanto miedo generalizado, los canales de televisión optaron por pasar por encima de matinales y programas faranduleros y transformaron las playas con amenaza de tsunami en verdaderos reality shows. Algo así como “esperando la ola junto al mar”.
 
El terremoto de 8,9 grados y el posterior tsunami que afectó a Japón el pasado viernes a las 14:46 hora local (02:46 horas de Chile), a 130 kilómetros de la costa de la provincia oriental de Miyagi, y a 16 mil kilómetros de Chile aparte de generar impacto mundial, generó un vuelco en el cronograma de actividades del gobierno, que pensaba conmemorar su primer aniversario a lo grande, y provocó un estado de alarma en la población, alimentado por una cobertura de prensa que llegó al límite de lo indecible.

Las personas con mentalidad esotérica recordaron que un día 11 de marzo, hace exactamente un año, y cuando el nuevo Presidente de la República, Sebastián Piñera, se ponía la banda tricolor, se generó una de las réplicas más fuerte de la que se tengan memoria en Chile. En esa jornada, al igual que en este convulsionado 2011, se tuvo que suspender cualquier atisbo de festejo y poner todos los esfuerzos en la ola de temblores y posibles maremotos que tenía realmente asustada a la gente a sólo días de la gran catástrofe del 27 de febrero.

Tal como en marzo de 2010, doce meses después, la “agenda telúrica” se tomó todos los espacios y dejó en un segundo plano las promesas de campaña, los problemas más urgentes y el sello político y social de los nuevos administradores del poder; eso que se rotuló erróneamente como la “nueva forma de gobernar”.

¿Que estaba pasando este viernes? Las alzas de los combustibles y de los precios del Transantiago habían generado protestas ciudadanas que por motivos obvios terminaron por enfriarse; el lío pendiente en la elección del alcalde de La Florida pasó en pocas horas al olvido; y en Magallanes se insistía en soluciones por la subida del gas.

Fue en este escenario en el que Piñera, en conjunto con el todavía desacreditado Servicio Hidrográfico Oceanográfico de Chile (Shoa), declaró la alerta de tsunami en las principales costas del país, con horario incluido.


Durante esa misma mañana el Mandatario había sido abucheado en Rengo en la antesala de la celebración de un año de gestión, específicamente por el proyecto de ley que impulsó el Ejecutivo para establecer beneficios carcelarios y combatir el hacinamiento en los penales y la lenta reconstrucción.

Lo más llamativo de todo es que ante tanto miedo generalizado, los canales de televisión optaron por pasar por encima de matinales y programas faranduleros y transformaron las playas de Isla de Pascua, Isla San Félix, Arica, Iquique, Punta Arenas, Pisagua, Antofagasta, Juan Fernández, Tocopilla, Taltal, Caldera, Huasco, Coquimbo, Puerto Chacabuco, Pichidangui, Valparaíso, Constitución, San Antonio, Ancud, Talcahuano, Lebu, Puerto Montt, Corral y Puerto Williams en verdaderos reality shows. Algo así como “esperando las olas junto al mar”.

Se entiende el fatal recuerdo de lo que sucedió ese terrible 27F, donde familias enteras sufrieron pérdidas irreparables, destrozos y daños sin comparación. Sin embargo, una cosa muy distinta es estar alerta a lo que puede “eventualmente” ocurrir y vivir con la normalidad que implica asumir que estamos en un territorio sísmico y fallado.

Traducido al español, si usted y los suyos viven cerca de la costa o tiene parientes que están en esa condición, debe tener claro que ante cualquier fenómeno de magnitud, como el de Japón o uno interno, la opción no es otra que prepararse para huir a los cerros o sitios alejados de la playa. Lo demás es histeria que no sirve de nada para tomar decisiones en caso de crisis.

En ese contexto, sería impresentable decir que la “nueva” Oficina Nacional de Emergencias de este gobierno es mejor que la “vieja” Onemi por el sólo hecho de que alistó una alarma generada por un terremoto con tsunami proveniente de otro país. y Con 22 horas para prepararse. Si reiteramos: ¡¡22 horas para prevenir!! Menos que la anterior Onemi no servía porque tuvo que soportar con pobreza franciscana un terremoto con maremoto -sin previo aviso- a sólo días del cambio de mando y en el último día de vacaciones de casi tres cuartas partes de Chile.

No nos olvidemos que estamos hablando de un país subdesarrollado que ni siquiera tenía Onemi en la anterior tragedia de 1985 y que poco ha invertido, desde la dictadura militar a la fecha, para estar listos ante tragedias de esta envergadura y no actuar cuando ya la lecha está derramada, que fue lo que pasó la madrugada del 27 de febrero.

Tal como lo dijo en radio Biobío el profesor del Instituto Tecnológico Costero, Samuel Hormazábal, las autoridades tuvieron una “sobrerreacción” ante el problema, dado que se sabía que la onda de tsunami que pasó en nuestras costas no tenía por qué ser destructiva.

Además, el académico de la Universidad de Concepción tildó como “absurda” la suspensión de las clases en al menos 11 comunas, toda vez que el horario del fenómeno que se entregó era nocturno. La determinación fue ordenada por la intendenta Jacqueline van Rysselberghe, quien se opuso al mandato de Piñera y del ministro de Educación, Joaquín Lavín, quienes argumentaban que no había ninguna razón para suspender la jornada.

Como para entender que el “show del tsunami” arrasó con todo, incluso con la coordinación entre alcaldes y jefes sectoriales y con la normalidad de una ciudadanía que no necesita ser informada más de la cuenta.

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