Por Jaime Abedrapo, Cientista político
Es tiempo de compromiso, este no es un asunto de otros, en un tema en que la tanto la causa como la solución del conflicto se relacionan con la comunidad internacional
Ante esta interrogante, debemos partir por los aspectos de fondo y no quedarnos en las formas que, aunque importantes, nos desvían de lo sustancial de la discusión y anhelos de los que viven bajo ocupación. El fin de una ocupación no depende de una negociación, es en libertad donde se negocia, por tanto hasta ahora hemos vivido el mundo al revés.
En efecto, el sentido de lo que se discutirá en Naciones Unidas, tanto en el Consejo de Seguridad como en la Asamblea General dice relación con interrogantes tales como qué y cuáles son los derechos de la persona. Raymond Aron nos advierte que respetar los derechos humanos es fundamental para un orden fundado en la paz, que lleva implícita la justicia, entendiendo que la política no debe divorciarse de su relación al ser. Es decir, éstos existen en la medida que el hombre es. "Dios no sólo dio el ser a las cosas cuando éstas comenzaron a ser, sino que, tanto que son, causa en ellas el ser, conservándolas en el ser" . Es decir, lo primero es no deshumanizar la convivencia colocando el centro de atención en la persona humana.
En tal sentido, las negociaciones que por dieciocho años se han impulsado de manera directa e indirecta han sido testigos de la falta de voluntad de los Estados, cuyas razones se han apartado esencialmente de la preocupación por la persona humana, por el otro, y ha desviado la discusión hacia aspectos secundarios mientras se perpetua la ocupación y expansión colonial de Israel.
Otros han observado el conflicto desde el historicismo, es decir, relacionan los valores o principios a cada tiempo, lo que en definitiva significaría que los derechos humanos de hoy no tienen por qué ser los mismos de mañana o de los que fueron reconocidos en el pasado. En esa lógica, Aron se pregunta si se puede o no hablar de verdad en función de la eficacia histórica que haya manifestado una filosofía. Si la respuesta fuera afirmativa, podríamos sostener que no sería apropiado extender la defensa de los derechos humanos con los cuales comprometernos, sino que por el contrario - desde una visión efectiva y eficiente - centrar nuestra atención en las estrategias de negociación, desnaturalizando los fundamentos de la sociedad internacional y demostrándonos brutalmente que los derechos humanos no es más que un canto de sirena para ilusos en un escenario realista cuyos intereses, como de costumbre, se orientan a los poderosos y nos revela la naturaleza anárquica del sistema internacional. Si esa es la única realidad, pues que todos los pueblos que viven bajo ocupación y vejamen que se resignen a su suerte y dejemos de perder tiempo aprendiendo e intentando codificar los derechos humanos.
Según nos explica el profesor José Zalaquett, en la filosofía moral moderna se relacionan los derechos humanos y la democracia, observando que ello es producto de la evolución histórica desde la Ilustración que postuló que todas las personas son iguales en dignidad y derechos; que la soberanía reside en el pueblo y por tanto las personas tienen derechos frente al Estado superiores y anteriores a éste, siendo uno de los principales derechos a cautelar el de la autodeterminación, pero en nuestro caso sui generi, primero se debe reconocer a la potencia ocupante, luego negociar con ella por casi dos décadas para nada y además se estima que una acción unilateral ante la comunidad internacional puede significar un retroceso en las negociaciones ¿en cuáles?, ¿qué ha garantizado Israel?, ¿Cuáles son las fronteras que reivindica?, ¿cuáles son las fronteras que los demás países le reconocen?.
La idea de justicia social como una obligación de los Estados es fuente desde donde proceden los derechos denominados como civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, que en definitiva, y siguiendo la lógica expresada por el profesor Zalaquett, por lo tanto resulta difícil exigir obligaciones a pueblos carentes de la organización política superior, que se ven atropellados en sus derechos fundamentales por la coacción de otro Estado.
De alguna manera lo dicho anteriormente, lo podemos situar en la paradoja que nos señala Costas Douzinas en el campo de los derechos humanos y el principio organizativo , sobre todo si hacemos el ejercicio de analizar nuestro contexto internacional desde el 11 de septiembre de 2001, período en el cual nos hemos sumergido en el desorden y la involución en el respeto de los derechos humanos como lo ha dejado de manifiesto la ocupación de Irak y Afganistán, posteriormente con los crímenes en Abu Ghraib y Guantánamo Bay, además de la mantención de las inconmensurables distancias de desarrollo que separa al Norte y Sur, lo que nos permite plantear que la situación de Palestina viene a transformarse en una más del paisaje de violaciones sistemáticas a los derechos humanos. Todo ello abre la posibilidad de estar en presencia del fin del respeto por los derechos humanos, lo cual nos presenta la paradoja que se requiere más que siempre el compromiso con ellos, ya que aunque todo el mundo los enuncia y los enumera se están vaciando en su contenido.
Si estamos hablando de derechos intrínsecos del hombre, reconocerlos no dependería de la voluntad soberana de los Estados, sino que éstos se anteponen a ellos y a toda forma de organización societaria. No obstante, la denominada Sociedad del Conocimiento parece ser utilitarista y habría renunciado a la reflexión para adoptar la especialización, reducido la felicidad o buena vida (en términos clásicos) a un sistema en que se pueda aplicar a todos y, particularmente, que se pueda medir o cuantificar, lo cual se observa particularmente en la mentalidad crematística y comercial . Ella es especialmente contestataria al entendimiento de la naturaleza de los conflictos, sobre todo en la confusión del orden o jerarquía de las normas internacionales, desdibujándose los derechos humanos como los más fundamentales en el diseño de la política exterior de muchos Estados.
Este punto es crucial para dar un sustento filosófico (ahondar en las causas últimas) que nos permita demandar y reivindicar normas más ajustadas a nuestra naturaleza, sin solicitar "clemencia" o "misericordia", sino que simplemente apelar a la dignidad propia del ser humano, y desde allí proponer (y demandar) políticas a escala humana, para lo
cual se debe romper con las ideas dominantes en la cultura contemporánea, si es que realmente aspiramos a la aplicabilidad de los derechos humanos.
El argumento de ello encuentra una sólida base tras constatar que "el hombre es un animal político, es decir, que la persona humana reclama la vida política, la vida en sociedad, no solamente con respecto a la sociedad familiar, sino con respecto a la sociedad civil" , lo que nos permite sostener que las personas son un todo de todos. Esta visión de la naturaleza humana no es recogida y difundida en un período de paz y prosperidad que ofreciera las condiciones para pensar en las virtudes del hombre, sino que, por el contrario, ésta recoge las ideas de Aristóteles, las cuales fueron valoradas por la tradición cristiana, en especial en momentos en que se desarrollaba la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) por parte de autores personalistas.
Estas ideas y visión del ser humano nos brindan una plataforma de entendimiento de una verdad motora al desarrollo de la condición humana, otorgándonos un sentido ontológico que nos permite, mediante el derecho, levantar una visión humanista de la sociedad, la cual espera algún nivel de consecuencia en el discurso y en la acción internacional, como es el caso de la situación de las personas que habitan el territorio no autónomo en Palestina.
"El hombre perfecto es el mejor de los animales, así también, apartado de la ley y de la justicia, es el peor de todos..." . Con ello, podemos inferir que el hombre es un animal social, por lo que su desarrollo como tal depende de su vida en sociedad, la cual debe brindar las condiciones para el cultivo de sus virtudes , adquiriendo un sentido intrínseco en lo humano el derecho al desarrollo, ya que las leyes que rijan la comunidad política no son ajenas a sus necesidades. Éstas deben facilitar el perfeccionamiento del hombre, causa primera de todo ordenamiento social y político.
En ese sentido, las virtudes tienen un papel protagónico en nuestro análisis, toda vez que ellas nos podrían señalar las carencias del actual orden internacional, y por ende de su sistema normativo a través de regímenes autocontenciosos y de pretensiones injustificadas como la de una autodeterminación dependiente de una negociación, es decir, si la potencia ocupante no desea, puede conculcar ese derecho. Por ello sigamos con Aristóteles, quien sostuvo que el imperio de la razón sobre las facultades apetitivas no es despótico, sino político, es decir, que de alguna manera puede ser contrariado por ellas. Santo Tomás interpreta de lo señalado por Aristóteles que para que un hombre obre bien, es preciso que no sólo la razón esté bien dispuesta por el hábito de la virtud intelectual, sino que esté bien dispuesta mediante el hábito de la moral, lo que se aleja tangencialmente del racionalismo actual del conflicto situado en el seno de Oriente Medio.
En el contexto actual la confusión respecto a la lógica y alcances de la tolerancia han tendido a vaciar la virtud que comentamos, la cual "(la tolerancia) no significa un relativismo, puesto que en rigor quien tolera tiene creencias y principios propios que considera verdaderos, y sin embargo, concede que los otros tengan el derecho a cultivar creencias equivocadas" . En este sentido, la tolerancia presentada como principal virtud política - social, hoy es entendida y aceptada por muchos como la carencia de verdad, desconociendo sus límites o criterios hasta los cuales puede extenderse, como lo son la necesaria ausencia de dogmatismo (como podría ser la imposición de una no existencia de la verdad). En ese contexto comprendemos las décadas en las cuales Israel ha
conseguido mantener, con la complicidad de actores centrales, un proceso de negociación inconducente que en definitiva le ha facilitado la posibilidad de aumentar de manera exponencial el número de colonias sobre territorio ocupado (superando al día de hoy los más de medio millón de colonos) y no respetar prácticamente ninguna resolución del sistema de Naciones Unidas (léase las que dicen relación con su ocupación, estatuto de Jerusalén, derecho a retorno, entre muchas más).
Sostener que lo intolerable debe ser fundado en proposiciones razonables, a lo que se suma el principio de no dañar y el de reciprocidad, ya que al ser tolerante con los demás se espera ser tolerado por ellos . Dichos criterios acerca de la tolerancia han sido ampliamente transformados, entonces ¿cómo podemos implementar una noción de bien común?, una en que el fin último implique que la sociedad no es el resultado de una suma de bienes individuales, que conlleva a una atomización del sistema de organización social, tanto a nivel doméstico como internacional, que en último término permita comprender que desheredados o postergados de él son también sujetos de derecho y nuestra responsabilidad.
Desempolvando la idea de Maritain al respecto, su visión de bien común dice relación con alcanzar o facilitar la buena vida humana de la multitud . Siendo ésta la base política/ética que exige el reconocimiento de los derechos fundamentales de las personas, en términos políticos, sociales y económicos.
Desempolvando la idea de Maritain al respecto, su visión de bien común dice relación con alcanzar o facilitar la buena vida humana de la multitud . Siendo ésta la base política/ética que exige el reconocimiento de los derechos fundamentales de las personas, en términos políticos, sociales y económicos.
Todo ello nos plantea un nuevo desafío, ya que nada de lo señalado tiene sentido si no existe una moralidad que conlleva rectitud y justicia. Sin embargo, sólo mencionarlo en el contexto global actual es percibido como un retroceso, retornando a los fantasmas de la "Santa Inquisición" y la imposición de un orden , como si hoy no viviéremos en uno, que también se caracteriza por evidentes rasgos discriminatorios.
En el siglo de la redacción de la Carta de los Derechos Humanos, existen en paralelo prominentes autores de Best Seller que explican de buena forma el ethos dominante, ya que ensalzan la figura de Maquiavelo a través de valorar positivamente los actos y expresiones habituales entre los políticos de los tiempos modernos, en los que se manifiesta un actuar contrario al respeto por los derechos humanos "Las tácticas severas de Rabin (ex Primer Ministro de Israel) otorgaron a éste credibilidad para firmar la paz; así pues, sus tácticas (romper huesos a los palestinos tras la primera Intifada) poseían virtud maquiavélica. Rabin fue tan brutal como las circunstancias requerían, no más. Luego empleó su fama de brutalidad en beneficio de sus conciudadanos, algo que también recomendó Maquiavelo. Rabin no se ablandó simplemente para evitar la fama de violento al mismo tiempo que permitía que continuara el desorden. También en este caso actúo como un verdadero Príncipe" . Desde esa óptica no hay manera de dar aplicabilidad al sentido del derecho.
En este punto cabe adentrarnos un tanto más en el contexto cultural axiológico, en que la idea de dignidad humana se ha manipulado desde iniciado el período de la modernidad y ha evidenciado riegos en el incipiente postmodernismo. Ello como una manera de comprender las dificultades con que nos tropezamos al momento de identificar los derechos del hombre y el alcance que tienen, lo cual se nos plantea en la discusión actual sobre el tema de mantener población viviendo bajo ocupación.
En este punto cabe adentrarnos un tanto más en el contexto cultural axiológico, en que la idea de dignidad humana se ha manipulado desde iniciado el período de la modernidad y ha evidenciado riegos en el incipiente postmodernismo. Ello como una manera de comprender las dificultades con que nos tropezamos al momento de identificar los derechos del hombre y el alcance que tienen, lo cual se nos plantea en la discusión actual sobre el tema de mantener población viviendo bajo ocupación.
A menudo se afirma que la noción de los derechos humanos se modifica cada vez que en el plano de las ideas se registran variaciones, ya sea para comprender cómo aprendemos la realidad, o cuál es el papel de la moral en relación a la dignidad de las personas. "Una sociedad justa puede ser realizada solamente en el respeto de la dignidad trascendente de la persona humana. Ésta representa el fin último de la sociedad, que está a ella ordenada" . En una línea consecuente, la dignidad requiere considerar al prójimo como otro yo, cuidando primeramente su vida y los medios necesarios para vivirla.
Martin Buber nos ilustra sobre la conformación del nosotros, en una relación entre el yo y el tú que en definitiva nos presenta la comunión. Es decir, el ser surge del yo - tú, ya que el yo no existe en soledad o en sí, sino que se existe en relación al tú. El desafío entonces está en nuestra propia autorrealización, en la que no puedo acceder tras el yo, sino que a través de mi proyección en el tú ante el cual nos desarrollamos en el NOSOTROS. Esta es la visión del panhumanismo respecto del desarrollo integral de la persona humana, que no es indiferente de mi propia potencia de ser, es decir del otro que se puede transformar en el nosotros. Las relaciones interpersonales sustentadas en la utilidad del otro, nos mantienen en la imposibilidad de la plenitud . Entendemos así mejor que lo que afecta a los palestinos en su carencia de libertad, finalmente afecta a la comunidad en su conjunto.
Martin Buber nos ilustra sobre la conformación del nosotros, en una relación entre el yo y el tú que en definitiva nos presenta la comunión. Es decir, el ser surge del yo - tú, ya que el yo no existe en soledad o en sí, sino que se existe en relación al tú. El desafío entonces está en nuestra propia autorrealización, en la que no puedo acceder tras el yo, sino que a través de mi proyección en el tú ante el cual nos desarrollamos en el NOSOTROS. Esta es la visión del panhumanismo respecto del desarrollo integral de la persona humana, que no es indiferente de mi propia potencia de ser, es decir del otro que se puede transformar en el nosotros. Las relaciones interpersonales sustentadas en la utilidad del otro, nos mantienen en la imposibilidad de la plenitud . Entendemos así mejor que lo que afecta a los palestinos en su carencia de libertad, finalmente afecta a la comunidad en su conjunto.
Es tiempo de compromiso, este no es un asunto de otros, en un tema en que la tanto la causa como la solución del conflicto se relacionan con la comunidad internacional, por tanto es tiempo de ser consecuentes con lo que oficialmente se señala en los discursos de respeto y protección de los derechos humanos y de la dignidad de los pueblos. Es tiempo de libertad...
Fuente:cambio21.cl
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