Mucho se ha discutido sobre la mala calidad de la educación que los niños y jóvenes reciben en nuestro país. Los estudios internacionales indican que, comparativamente, es deficiente y ésta es una realidad que debemos asumir y mejorar sustancialmente.
Durante meses se ha discutido sobre la necesidad de evitar que los sostenedores, que administran la educación con recursos estatales, abulten descaradamente sus cuentas bancarias. Pero la discusión no está enfocada solamente a las universidades, sino en algunos que imparten educación básica y media, que, aparte del aporte estatal, reciben el aporte económico mensual, cuotas de incorporación, aportes a los centros de padres y apoderados, además del las interminables listas de materiales que incluyen desde el papel higiénico hasta las hojas para las fotocopias. Se les toman pruebas de “evaluación” con la excusa de que es para constatar en qué nivel están y si son mal calificados son tajantemente rechazados, a pesar de que la ley prohíbe la selección.
La lucha es por lo demás ideológica, por más que quienes administran el lucrativo negocio educacional digan que no hay que ideologizar la discusión, ésta lo es, entre quienes defienden a ultranza los beneficios del “libre mercado” o la libertad de elegir como se educan a los niños, confundiendo este papel con el de la libertad de mantener sus empresas con recursos estatales, y quienes planteamos que los que deseen lucrar pueden seguir haciéndolo, pero sin el aporte estatal, es decir convertir derechamente sus empresas en colegios particulares y no continuar con esta estafa que les permite obtener utilidades con recursos públicos. La discusión es, en el fondo, si es o no conveniente hacer de la educación un producto que se vende en el mercado, como un par de zapatos que sería adquirido por el consumidor de acuerdo al precio, no directamente relacionado con a la calidad.
Este tipo de “producto” en la educación, no trae ticket de cambio.
Se buscan responsables sobre la calidad de la educación impartida a nuestros hijos, se culpa a los profesores, pero alguien se ha preguntado cuáles son las condiciones laborales que deben soportar los profesionales de la educación, profesionales que, han estudiado 5 o más años en la universidad y son tratados de manera humillante: no tienen estabilidad laboral, luego de terminada su jornada diaria en la docencia continúan trabajando en sus casas en la corrección de pruebas, preparación de clases, dejando, muchas veces, de lado a sus familias para cumplir responsablemente su tarea. Se les contrata sólo por un año, dejándoles claro que, durante ese año, en cualquier momento pueden ser despedidos, lo que afecta directamente su estabilidad emocional, así como la de los educandos que ven un verdadero desfile de rostros, que son cambiados, muchas veces, no por su desempeño en el aula, sino con el criterio de cuán conveniente es para el sostenedor seguir manteniéndolo de acuerdo a lo que están dispuestos a pagar. Los maestros deben soportar incluso, el maltrato de parte de los sostenedores que incluyen el acoso laboral, presión psicológica que, muchas veces, no es denunciado por el temor de perder su trabajo.
La libertad de enseñanza y de elegir, que se pregona, es una falacia, más aún cuando sabemos que es el administrador quien elige a los niños a los cuales hacinan en pequeñas salas que, en estas condiciones no pueden rendir mejor dentro del proyecto educativo que se ofrece cual artículo de consumo que pueden devolver si no les agrada, o no cumple con las expectativas del “cliente”. Lamentablemente la educación adornada con lindos uniformes, edificios elegantemente pintados y decorados, con libros de costos excesivos, que los padres deben costear, a pesar de que el ministerio de educación les entrega los textos educativos que son amontonados en bodegas y no son usados, o en el mejor de los casos, se utilizan sólo como material para recortar. Por otro lado no existe un ente que controle y fiscalice de verdad en qué y cómo se invierten los recursos estatales.
La defensa del lucro que hacen los sostenedores no es otra cosa que la de quien tiene un muy buen negocio, la tozudez, la desesperación y los intereses personales no les permiten ver que el movimiento estudiantil es transversal, no es personal, y lo que persigue es nada más ni nada menos que democratizar la educación y que ésta sea impartida con criterios que nos permitan avanzar y crecer como país en igualdad de condiciones.
Andrea Dufournel
Temuco
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